He redescubierto algo...
Que me apasiona el teatro.
Antes, cuando iba al instituto, iba casi cada mes. Donde vivía entonces, solo había un teatro pequeño, en el que se hacían pocas obras, normalmente fuera de circuito, y la entrada más cara no pasaba de 1.500 pesetas.
Aunque por aquel entonces no había comenzado mi incipiente costumbre de ir sola al cine, sí que iba sola al teatro, a menudo, y me gustaba más hacerlo así que acompañada. El teatro el algo mucho más intimo que cine, y de alguna forma me avergonzaba hacer algo tan intimo delante de alguien, asi que iba sola y disfrutaba en grande.
Desde que me marché de allí, no había vuelto al teatro. En esta ciudad hay más teatros, las obras son de mayor calidad y la mayoría están dentro de circuito. Pero los precios son mucho más elevados. Además, olvidé que me gustaba hacerlo en solitario, y el problema de tener que convencer a alguien para que me acompañara gastándose 30, 40 o 50 euros me frenó durante años.
Durante estas vacaciones, aproveché que estaba en otra ciudad y fui al teatro. La emoción de ver elevarse el telón. La sensación de sentir los pasos de los actores sobre el escenario, de oirles respirar, de saber que ellos también te oyen a ti. La ilusión de que, por un momento, te miran a ti, y te sonrien, porque tú les estás sonriendo... ¿Como podía haber olvidado todo aquello?
Hoy he vuelto a ir al teatro. Y lo he hecho sola, como me gustaba hacerlo. Nada ha cambiado. Yo he cambiado mucho, pero allí dentro vuelvo a ver la de siempre. Y me sigue dando vergüenza que el de la butaca de al lado vea si rio, si me emociono o si me sorprendo.
Por favor, no dejeis que jamás vuelva a olvidar lo mucho que amo el teatro. No dejeis que vuelvan a pasar 6 años hasta que vuelva. Ojalá pudiera ir cada día del resto de mi vida. Allí todo es mágico.