Ayer quedé con
elfilosofo. En otro momento de este blog le llamé Mu., pero es que esto de las letras empieza a darme problemas y a hacerse demasiado complicado, así que me paso a los nombres inventados, que me da más juego.
Bueno, el caso es que fuimos a un evento no-importa-cual y, cuando salimos, era demasiado tarde y no tenía forma de volverse a su casa, así que evidentemente se vino a dormir en la mía, porque eso de dejar a los amigos durmiendo debajo de un puente como que no lo llevo demasiado bien.
El hecho de que se viniera a dormir a mi casa era algo muy natural; le conozco desde hace 5 ó 6 años, hemos pasado muchísimas horas el uno en casa del otro, y aunque por cosas de la vida hemos pasado mucho tiempo sin apenas vernos, es de ese tipo de amistades que, cuando se retoman, notas que siguen en el mismo punto, así que tenerlo por casa no me suponía el menor problema.
Pero la cosa se ha complicado hasta un punto que, hacía unas horas, jamás me podría haber imaginado.
Como ya he dicho alguna vez, mi casa es muy pequeña. Tengo dos camas en la habitación, pero por cuestiones de logística, para que sean utilizables tienen que estar juntas, así que al final es como si fuera una cama grande, pero cada uno con su almohada y su sábana.
El caso es que nos vamos a dormir: la cháchara habitual de cuando alguien se queda a dormir en tu casa, hasta que finalmente los dos nos quedamos callados e intentamos dormirnos.
No se en qué momento, mi mano se salió ligeramente de mi cama para apoyarse en el borde de la suya. Tampoco sé en qué momento su mano se movió ligeramente hacia mi brazo hasta rozarme el codo con la punta de los dedos. Ni sé en que momento su otra mano empezó a rozarme la rodilla. Yo estaba medio adormilada (que no dormida), me figuraba que él también, y aunque me di cuenta de que nos estábamos rozando, no le di la menor importancia.
A medida que iba avanzando la noche, sin que yo moviera un músculo y de forma tan progresiva que sería difícil decir cómo, cada vez los roces eran menos ligeros, hasta llegar al nada disimulado “mi mano en tu brazo, mi otra mano en tu muslo”. En esos momentos mi única preocupación era no mover ni un músculo, para que él no supiera que yo estaba despierta, para que no pudiera interpretar ningún movimiento como una insinuación. También es verdad que podría haber farfullado un “quita, que me das calor” y haberle apartado, pero… lo cierto es que la situación me resultaba en cierto modo excitante, y aunque no me sentía cómoda, tenía una sádica curiosidad por ver hasta donde podía llegar todo aquello.
En algún momento me quedé dormida, y cuando me desperté él estaba completamente tumbado en mi cama, lejos de la suya. Se movía como un gato, lento y seguro, y momentos después lo tenía adosado a mi espalda , abrazándome por la cintura y rozando mi espalda con sus labios. Una parte de mi decía “la estás cagando, es tu amigo, no te gusta, no deberías permitir esto”, y otra parte de mi deseaba ser abrazada, mimada y acariciada hasta que se hiciera de día. Y, otra vez, no moví un músculo. Me quedé así, inmóvil, dejándome abrazar por un chico que nunca me ha interesado de esa forma, que no me interesa de esa manera, pero deseando profundamente que fuera un poco más lejos.
Así estuvimos largo rato, hasta que sonó el despertador. Él se giró para apagarlo, y yo aproveché para levantarme y huir con toda naturalidad hacia el cuarto de baño, intentando entender de alguna forma lo que acababa de ocurrir.
Cuando salí, los dos nos comportamos como si nada. Nos vestimos, desayunamos, y nos fuimos a trabajar cada uno por su lado, después de despedirnos con un rutinario “bueno, pues ya si eso quedamos otro día”.
No sé qué pensar, ni que hacer, ni que… nada. Tengo claro que hoy por hoy el no me gusta como para empezar algo medianamente “serio”, y que tontear no nos llevaría a ningún sitio que no fuera mandar al carajo todos estos años de amistad. Por otro lado, le tengo mucho cariño, mucho aprecio, y que el hecho de que esta situación me haya hecho sentir como lo hizo me hace confundirme. Además, no hay nada que encuentre más atractivo en un hombre que el hecho de gustarle yo, y… toda esta situación me da mucho que pensar.
Y, de fondo, siempre acabo con la misma frase en la cabeza: ¿por qué no puedo enamorarme yo de un chico como este? ¿Por qué me enamoro de quien no puedo tener y huyo de quien quiere tenerme?
Se me está yendo la olla… Necesito dormir, que con tanto ajetreo, esta noche apenas he pegado ojo…